lunes, 15 de febrero de 2010

Dolor

Perdida la consciencia en la etílica procesión que paseaba por mis labios, surcando el límite del patetismo y el dolor me encontré. Dolor en el alma y en el corazón. Dolor, dulce y ácido a la vez, intenso y oscuro.
La realidad desaparecía y volvía en mi cabeza, los rápidos e intoxicados recuerdos atravesaban las neuronas fugazmente.
Lágrimas aunténticas bajaban por mis mejillas, perdidas fuera del que fuera su hogar durante tanto tiempo. El corazón desgarrado me apaleaba con su dolor. Me hacía recordar, me hacía odiar, me daba fuerzas y me las quitaba...
El aprecio inesperado no basta para saciar las almas solitarias, sedientas de amor y compañía, ni basta para paliar el dolor, solo lo hace soportable.

Te odio maldita sea, te odio ¡¡¡DOLOR!!!

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